Cuando viajamos por distintos caminos, esperamos hacerlo de la forma más placentera, confortable y segura. Sin duda, uno de los componentes más importantes para lograr este objetivo son los amortiguadores. Éstos, no sólo ayudan a no sentir las irregularidades del camino o a distribuir las cargas, también, se aseguran que las llantas permanezcan adheridas al suelo, en otras palabras, estos elementos son parte de la “seguridad activa”, por lo que también, se relacionan con el denominado “triángulo de seguridad” de un vehículo automotriz.
Cuando damos mantenimiento o reparamos nuestro auto, es necesario adquirir los componentes que se adapten mejor. Aunque el propósito del funcionamiento de los amortiguadores de gas o de aceite (también llamado hidráulicos) es el mismo, el rendimiento de cada uno varía.
En este sentido, que tu vehículo cuente con buenos amortiguadores te ayudará a reducir la distancia de frenado, aumentará el tiempo de uso de las llantas y, además, mejorará el control y la maniobrabilidad. Por ese motivo, en este artículo, te explicaremos las diferencias que hay entre estos dos tipos de amortiguadores, para que elijas aquel que sea ideal para tu vehículo.
Antes, primero, debemos comprender que la función de los amortiguadores está en dos fases. La primera fase es denominada “fase de expansión”, en ésta, el pistón está lleno de fluido; cuando el auto pasa por un bache se activa la “fase de compresión”, en la que el pistón entra en el tubo de presión y activa el amortiguador, por lo que el muelle se contrae y absorbe la energía del golpe.
Amortiguadores de aceite o hidráulicos
De forma evidente, el fluido necesario que ayudará al movimiento del pistón, para el funcionamiento correcto de este tipo de amortiguadores, es el aceite, ya que éstos cuentan con dos cámaras por las que se filtra el fluido mediante unas válvulas. Según el movimiento que tenga el vástago, el aceite puede entrar por una o la otra cámara. Esto le da al auto una conducción más suave y cómoda, al absorberse el impacto de los baches. Además, este tipo de amortiguadores duran un poco más, ya que no necesitan tanto mantenimiento. Además, son muy económicos.
Si bien, la falta de rigidez de los tubos en este tipo de amortiguadores mejora la suavidad de la conducción al disminuir el impacto, esto, al mismo tiempo, provoca que posean menos eficiencia que los de gas. Es así porque, cuando el auto toma una curva, se producen burbujas y esto provoca que se pierda la estabilidad. También, se tiene un poco menos de control sobre los frenos y el sistema de dirección.
Amortiguadores de gas
Esta clase de amortiguadores usan gas hidrógeno para su funcionamiento, por lo que su tecnología es más actual. Esto ayuda a que el aceite regrese más rápido a las cámaras y, así, el agarre de las llantas sea mejor en situaciones extremas de conducción a diferencia de los anteriores (curvas pronunciadas, movimientos bruscos del vehículo, entre otros).
En este mismo sentido, en mayor medida, evitan que se formen burbujas con dicho aceite, por lo que la eficacia de su funcionamiento aumenta. También, son más rígidos que los hidráulicos, por lo que el control sobre la dirección y los frenos mejorará en gran medida. El gas nitrógeno proporciona una menor degradación (debida al calor) del aceite, porque puede trabajar a temperaturas más bajas.
También, aunque la rigidez tiene la ventaja de que ayuda al control y la durabilidad, como ya se mencionó antes, la desventaja es que la conducción es menos suave, por lo que las irregularidades del terreno se sentirán un poco más. Sin embargo, a pesar de esto, absorbe de mejor forma las compresiones y oscilaciones de los muelles. Este tipo de amortiguadores están recomendados, sobre todo, para vehículos que su principal propósito es la rapidez o la conducción por terrenos muy difíciles.
En fin, la recomendación es que consultes el manual técnico del tu vehículo, antes de decidir qué tipo de amortiguadores requiere éste. Lo mejor, es acudir con un especialista automotriz para que él te dé la mejor opción.
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